Los esperanzadores brotes verdes de una recuperación visible en China desde principios de año se han visto confirmados por los indicios de que los estímulos monetarios y fiscales aplicados en 2018 efectivamente están calando en la actividad económica este año.
Este importante acontecimiento elimina una de las mayores preocupaciones que pesaban sobre los mercados a finales del año pasado, y también brinda un más que bienvenido impulso positivo a gran parte del universo emergente, sobre todo a las economías vecinas, en un contexto que es ya más favorable gracias al final de la normalización monetaria de la Fed.
Así pues, las perspectivas de crecimiento en las economías emergentes han mejorado y, además, deberían sacar partido, en el caso de algunos países, de la visibilidad política y la estabilidad tras las elecciones en varias grandes potencias de este universo. Los únicos elementos disonantes en este panorama general positivo continúan siendo las economías asediadas por la incertidumbre política, un legado de políticas económicas desequilibradas y la falta de respuestas creíbles a la amenaza de desequilibrios externos e internos. Turquía, Argentina y Venezuela son claros ejemplos de cómo las cuestiones idiosincrásicas pueden impedir que una economía se beneficie de una mejora del contexto mundial.
La dinámica de crecimiento en el universo emergente mejora tras la estela de China