El dicho “nunca dejes que una buena crisis se desperdicie”, cobra especial importancia cuando hablamos de China. Un año después del estallido de la pandemia de la Covid-19 en Wuhan, pocos habrían imaginado que China saldría de la crisis más reforzada que nunca. Y es que no sólo ha sido capaz de superar con éxito la pandemia, entre sus principales desafíos destacan el crecimiento de su economía el año pasado a un ritmo del 2%, la mayor apertura de sus mercados de valores a inversores extranjeros, a lo que hay que sumar entradas récord, sin duda un buen augurio para la renta variable china en los próximos años.
Desde el punto de vista económico, China ha sido la única gran nación desarrollada que hizo crecer su economía en 2020, y las perspectivas apuntan a que la economía crecerá por encima del 8% en 2021, a medida que la economía mundial se vaya abriendo. Datos que contrastan con la contracción del 4% de la economía estadounidense y del 6,2% de la europea. A medida que la economía china madure, esta tasa de crecimiento disminuirá por debajo del 6%, pero el país seguirá en la senda de crecimiento por encima del mundo occidental, y según las previsiones actuales superará a EE.UU. como la mayor economía del mundo en la próxima década, dando lugar a una gran cantidad de oportunidades para que los inversores aumenten su exposición este mercado.
Aunque China está más centrada en la construcción de una economía interna sostenible, sigue dependiendo en gran medida de las exportaciones. Con la llegada de Joe Biden a la presidencia de EE.UU., el gobierno chino estará dispuesto a reconstruir su relación con este país. Ya hemos visto un tono más conciliador entre Washington y Pekín, algo que no era difícil tras la era Trump, aunque todavía es pronto para hacer valoraciones. Esperamos que la administración de Biden reduzca la tensión y la retórica contra China.
Sin embargo, la exclusión en enero de varias grandes empresas chinas en de la bolsa estadounidense es decepcionante, pero en nuestra opinión no dificultará la capacidad de las empresas chinas para acceder al capital. China está pasando de una economía orientada a la exportación a una más centrada en el consumo interno y es ahí donde vemos la mayoría de las oportunidades.
En los últimos años se ha producido una aceleración de la apertura del mercado chino a los inversores extranjeros. La decisión de MSCI de incluir el mercado de acciones clase A de China hace unos años fue un paso importante, pero el mercado sigue dominado por los inversores minoristas. Sin embargo, cada vez son más los inversores extranjeros que aumentan sus participaciones en China. El programa Stock Connect ha abierto los mercados de renta variable de China a los inversores extranjeros y viceversa, y ha sido un importante catalizador que ha añadido más de 1.000 valores al universo de inversión, aunque todavía hay muchos más relativamente desconocidos por los gestores occidentales. La reciente inclusión del mercado STAR de la Bolsa de Shanghái, considerado el NASDAQ chino, es un ejemplo del conjunto de oportunidades en constante expansión.
El recién aprobado 14º Plan de Desarrollo Quinquenal, aprobado la semana pasada por el aparato legislativo del gigante asiático, apuesta por un crecimiento sostenible y el blindaje ante el exterior. El giro de China hacia un mayor consumo interno y una creciente clase media son temas bien conocidos a los que estamos expuestos en nuestras carteras, pero uno de los temas de inversión nuevos y más interesantes en China es la revolución energética que ya está en marcha.
En la actualidad, China representa más de la mitad de las ventas mundiales de vehículos eléctricos y esperamos que el mercado siga creciendo en los próximos años. En el marco del Acuerdo de París alcanzado en 2015, China se comprometió a que sus emisiones alcanzaran su punto máximo en torno a 2030. Más ambicioso aún es que el presidente Xi Jinping sorprendió al mundo en septiembre al anunciar que China aspirará a la neutralidad del carbono en 2060. Este objetivo es similar al de otros países occidentales, aunque más significativo, ya que China representó el 28% de las emisiones mundiales en 2019, casi el doble que Estados Unidos, que ocupa el segundo lugar. La energía no fósil solo contribuye a alrededor del 15% de la energía de China, siendo el carbón la fuente dominante con un 57%. Esta es una oportunidad clave que vemos que se está desarrollando para los gestores de fondos, ya que las empresas chinas no solo formarán parte de la solución ecológica de China, sino que desarrollarán nuevas tecnologías para lograr un esfuerzo de sostenibilidad global, con cuotas de mercado dominantes en la cadena de suministro solar, por ejemplo.
Desde un punto de vista de análisis fundamental, el MSCI China que cotiza a 16 veces beneficios sigue manteniendo su atractivo, especialmente cuando se compara con un mercado estadounidense caro. Estamos sobreponderados tanto en China como en los mercados emergentes. La combinación de un crecimiento económico más rápido, unas valoraciones más bajas y la apertura del mercado de renta variable nacional auguran un buen rendimiento continuado para la renta variable china en el próximo año.