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¿Cómo evitar el “Greenwashing”?
Inversión ESG

¿Cómo evitar el “Greenwashing”?

Cuatro expertas comparten contigo sus conocimientos y experiencia sobre cómo identificar y evitar el ecoblanqueo.
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26 JUN, 2019

Por Teresa Blesa de RankiaPro

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El greenwashing es una práctica engañosa en la que una empresa se presenta como más sostenible de lo que realmente es, lo que puede llevar a inversiones equivocadas o mal fundadas. Por lo tanto, la cuestión clave es cómo evitar el greenwashing: en este artículo tres expertas comparten sus conocimientos y experiencia sobre cómo identificar las prácticas de greenwashing, y ofrecen consejos prácticos para queen invertir en empresas sostenibles.

Katja Ackermann, ESG Analyst, Portfolio Manager en Tareno AG

Reconocer el greenwashing puede ser una tarea difícil y laboriosa. Sin embargo, hay varias señales de advertencia a las que prestar atención. En primer lugar, es importante asegurarse de que se aplica un enfoque ESG pertinente para la estrategia en cuestión y de que los criterios ESG influyen realmente en la construcción de la cartera. No todos los enfoques ESG son adecuados para todas las estrategias. La mera aplicación de un filtro de exclusión, por ejemplo, puede servir como una herramienta de riesgo útil, pero no crea un impacto sostenible directo.

Si un producto que antes no aplicaba ningún criterio de sostenibilidad se posiciona de repente como producto ESG sin que se haya realizado ningún cambio en el proceso de inversión, es una clara señal de alarma. El uso de afirmaciones vagas o ambiguas en lugar de hechos en la descripción del proceso ESG también puede servir como indicador de posible greenwashing.

Además de los análisis propios, las etiquetas externas de sostenibilidad pueden ser útiles a la hora de comparar distintos productos. La etiqueta FNG, por ejemplo, es especialmente útil porque existen diferentes niveles (estrellas) que los fondos pueden recibir si su enfoque de sostenibilidad supera los criterios mínimos.

Por último, es de esperar que las nuevas normas de clasificación previstas en el Reglamento sobre divulgación de información financiera sostenible sean de gran ayuda para evitar el lavado verde y permitir a los inversores evaluar y comparar el perfil de sostenibilidad de los distintos productos de inversión ASG.

Ana Guzmán, directora de inversiones y de impacto en Portocolom AV

Resulta difícil prevenir el greenwashing cuando no hay un consenso en cuanto a la definición de sostenibilidad o de inversión sostenible, las definiciones que surgen son ambiguas (invito a reflexionar sobre la reciente definición publicada por el estándar de reporte ISSB) o dejan aún muchos aspectos a la libre interpretación. Además, el greenwashing es susceptible de ser aplicado a las empresas, técnicas de valoración, metodología de reporte, productos de inversión, márketing y publicidad, capacitación de los empleados, etc.

Si el componente subjetivo todavía es muy elevado, considerar que se está incurriendo en greenwashing por consiguiente también lo será, por lo que hay que ser muy cauto a la hora de acusar a una empresa, departamento, entidad o empleado puesto que el riesgo reputación y el daño que se puede hacer es muy alto. 

Claves de Portocolom AV para evitar el greenwashing

  • Análisis riguroso con enfoque ODS y ESG 

La clave para tratar de evitar el greenwashing es, como en cualquier inversión que se va a realizar, llevar a cabo un riguroso análisis donde el cuestionamiento sea la piedra angular: no dar nada por supuesto, contrastar toda la información con distintas fuentes y analizar la empresa o el producto desde distintas perspectivas. Por eso es importante contar con un modelo sistemático de análisis y contar con un equipo con perfiles diversos. 

Desde Portocolom AV, hemos desarrollado un modelo propio de análisis para detectar aquellas empresas que quieran mejorar sus prácticas, las que tienen un compromiso y que con el tiempo lo van cumpliendo. No sólo analizamos si los datos económicos, sociales y de gobierno publicados por las empresas se corresponden con lo que realmente hacen (controversias), sino que además analizamos el impacto directo e indirecto, positivo y negativo de las empresas en cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. De este modo acabamos analizando cada empresa desde 22 puntos de vista de sostenibilidad distintos. Buscamos negocios cuyo objetivo es tratar de hacer las cosas de manera cada vez más responsable, no sólo maximizando valor para sus accionistas, también para el entorno.

  • Seguimiento del impacto: evolución y maduración

La sostenibilidad es una corriente relativamente reciente. Es por ello por lo que las estrategias que sólo aplican exclusiones no resultan verdaderamente sostenibles. Muchas veces nos olvidamos de que en el camino de la sostenibilidad debe haber una transición progresiva y ordenada para que precisamente esta mejora sea “sostenible” y permita que todo tipo de empresas, de gran capitalización o pequeñas compañías, de países desarrollados o emergentes, puedan adaptarse al nuevo entorno.

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"Si excluyes un sector en su conjunto, no le das la oportunidad de reinventarse, y ahora mismo, la sostenibilidad es una corriente que ha surgido hace relativamente poco. A las empresas hay que darles una oportunidad para que puedan actuar en un marco con unas condiciones que no son las mismas que hace diez años. El objetivo último es el de dotar de transparencia al inversor para que éste pueda tomar decisiones de inversión más informadas. Para Portocolom AV, donde gran parte de nuestros clientes son y han sido desde el origen congregaciones religiosas y fundaciones, siempre lo hemos tenido presente", concluye Guzmán.

Ana Guzmán, directora de inversiones y de impacto en Portocolom AV

Carla Bergareche, directora general para España y Portugal de Schroders

En los últimos años hemos asistido a un creciente interés por la inversión sostenible. Acompañando una creciente demanda por parte de los inversores y un impulso regulatorio, los gestores están aumentando su oferta de fondos sostenibles y también están proliferando las empresas respetuosas con las personas y el medio ambiente. Sin embargo, también hemos visto crecer el “greenwashing” o “ecoblanqueo”, una comunicación intencionadamente engañosa que exagera el carácter sostenible de producto de inversión, restando en ocasiones credibilidad a la inversión sostenible.  

Desde Schroders, creemos que las mejores armas para combatir el greenwashing son información y formación. En cuanto a la información disponible, los reguladores y los responsables políticos están haciendo que la transparencia sea la gran prioridad porque, al igual que los inversores, consideran que la falta de consenso y de datos es un posible obstáculo para el crecimiento del mercado.

Sin embargo, pese a toda la nueva información que se está publicando, seguimos observando una falta de comprensión y confianza por parte de los inversores. Es aquí donde la educación financiera en materia sostenible cobra protagonismo, empezando por mejorar el lenguaje que se utiliza y aceptar que será difícil conseguir una equivalencia del 100%, ya que la inversión sostenible es un término genérico que abarca muchos enfoques diferentes.

La industria de la inversión debe seguir esforzándose y, en este empeño, será necesaria tanto la disciplina de quienes informan y comunican sobre su sostenibilidad, como capacitar a quienes utilizan estos informes y publicaciones para que los entiendan y los cuestionen, evitando de este modo el greenwashing. En Schroders estamos muy involucrados con nuestros clientes, y nos ponemos a su disposición para compartir impresiones y conocimientos.

Masja Zandbergen, head of sustainability integration de Robeco

Con el auge de los nuevos fondos sostenibles, la cuestión de cómo evitar el “greenwashing” está ganando importancia. Esto está atrayendo gran atención mediática. Están apareciendo etiquetas de Inversión Socialmente Responsable (ISR) por doquier, y la UE está en proceso de definir su propia ecoetiqueta. Antes, sencillamente se atribuía a un fondo la calificación de (socialmente) responsable, en su caso, pero ahora el mercado establece distinciones en cuanto a las distintas formas de aplicar la sostenibilidad. Por mi parte, ofreceré mi perspectiva en esta columna.

Empecemos por lo fácil: las estrategias que sólo aplican exclusiones sencillas y aun así se califican de sostenibles deberían ser cosa del pasado. Por otra parte, invertir de manera sostenible resulta mucho más difícil que comprar un conjunto de puntuaciones ASG y aplicarlas a una cartera. La inversión sostenible es mucho más. Hablemos por ejemplo de las nuevas modalidades de inversión sostenible, y de los dilemas que plantea el "ecoblanqueo" (o "greenwashing").

Claramente, existen ámbitos que los inversores sostenibles buscan evitar, como el tabaco, las armas, el incumplimiento de las condiciones básicas de trabajo y los derechos humanos, así como ciertos tipos de combustibles fósiles, como el carbón térmico. Pero hay otros aspectos menos claros. Los combustibles fósiles tradicionales, por ejemplo, inciden en gran medida sobre el cambio climático. Sin embargo, continúan necesitándose y utilizándose ampliamente. Hay quien piensa que las empresas de energía forman parte tanto del problema como de la solución. Otros sencillamente optan por evitarlas. La cuestión reside en si mantener la inversión en estas empresas e interactuar con ellas puede ser mejor para promover su transformación, en lugar de apartarse de ellas.

Mentalidad integradora

En segundo lugar, en mi opinión, una estrategia solamente resulta verdaderamente sostenible si lo es también desde el punto de vista financiero. Por ello, resulta importante adoptar una mentalidad integradora. Cabe preguntarse cómo las distintas tendencias ASG a largo plazo, y sus consiguientes costes externos, como es el caso del cambio
climático, la disminución de la biodiversidad y el aumento de la desigualdad pueden generar cambios en los modelos de negocio. La inversión ASG ya no se limita a reducir el universo de inversión a las empresas "con mejor puntuación". Supone reflexionar mucho sobre la sostenibilidad y cómo afecta a las empresas y a las estrategias de inversión. Pongamos un ejemplo: en todas nuestras estrategias cuantitativas, cuando dos valores presentan igual puntuación (financiera) en un factor, se atribuye mayor ponderación al que reviste mejor puntuación ASG. En nuestras estrategias por fundamentales, los criterios ASG afectan a la valoración, esto es, al precio objetivo. Por ejemplo, la protección de datos y la gestión de la misma por parte de las empresas de Internet ya se tiene en cuenta en el modelo de valoración mucho antes de que se convierta en un problema. Lo mismo sucede con los precios en el sector de salud.

Estructuralmente la integración de información ASG en el proceso de inversión ayuda a nuestros equipos a tomar mejores decisiones. Sin embargo, no reduce su universo de inversión: siguen teniendo la posibilidad de invertir en empresas con baja puntuación ASG cuando consideran que sus riesgos se encuentran ampliamente reflejados en el mercado. En nuestro fondo de renta variable global hemos observado que, en los últimos dos años, en torno al 75% de las valoraciones han sido ajustadas después de la asimilación de los criterios ASG. Esta integración ASG, combinada con la exclusión de los segmentos de tabaco y armas controvertidas, ha representado aproximadamente un 22% del diferencial de rentabilidad positivo entre 2017 y 20181. Este método de integración ASG, aunque infinitamente más complicado y profundo de aplicar que la opción de recurrir meramente a puntuaciones ASG para reducir el universo de inversión, a menudo no se considera una estrategia sostenible como tal. Los clientes que quieren invertir en estrategias sostenibles buscan sencillamente que su dinero no vaya a empresas "malas" en términos ASG, aunque esto se encuentre ya reflejado en la cotización de sus acciones.

Recursos y análisis

Por otra parte, todo esto precisa de análisis y recursos especializados. Si pedimos a un equipo de inversión que integre criterios ASG en sus procesos, tendremos que dotarles de los recursos y el conocimiento necesario para ello. En la mayoría de los casos, hablamos de cosas que no les han enseñado en la universidad ni en ningún módulo de formación de su trabajo. En Robeco, contamos con multitud de especialistas en sostenibilidad de diversa índole que trabajan con todos nuestros equipos de inversión; no tenemos un equipo separado de inversión sostenible. Todo el mundo participa. Existen además infinidad de datos ASG, por lo que resulta de gran importancia poder comprender y evaluar estos datos.

Para ilustrar esto, podemos tomar como ejemplo una comparativa entre las huellas de carbono de dos empresas de telefonía móvil. Imaginemos que una empresa ha externalizado todas sus operaciones, mientras que la otra se encuentra integrada verticalmente. La primera presenta una huella de carbono reducida, mientras que la de la segunda es mucho mayor. Es una mera ilusión: naturalmente, fabricar teléfonos móviles genera aproximadamente la misma huella. Pero esto no se ve en los datos; hace falta conocimiento y criterio para darse cuenta. Si no dedicamos recursos a fijarnos en este tipo de cosas, si los analistas no tienen acceso a estudios rigurosos o si no comprenden este tipo de aspectos, no podremos integrar estructuralmente la sostenibilidad.

Titularidad activa

Otra forma de aplicar la sostenibilidad es mediante el ejercicio activo de la titularidad accionarial (titularidad activa). Robeco lleva 15 años ejerciendo como titular activa. Contamos con un enfoque muy estructurado para abordar cuestiones que otros inversores ni siquiera saben que están ahí, como es el caso de las interacciones sobre protección de datos que iniciamos en 2015. Este año, estamos empezando a interactuar en las esferas de la atención sanitaria digital y el impacto social de la inteligencia artificial. Se trata de dos temas muy a largo plazo y que guardan relación tanto con las nuevas tecnologías como con la sostenibilidad: en el primer caso, buscamos atajar el incremento del gasto sanitario y, en el segundo, analizar los riesgos sociales que pueden surgir a largo plazo.

El año pasado, nuestro equipo de 13 especialistas desarrolló interacciones con 214 empresas. La interacción se desarrolla durante un periodo de tres años, lo que nos permite seguir y cuantificar los progresos de las empresas. Algunos gestores patrimoniales afirman interactuar con 2.000 empresas al año. En mi opinión, no pueden estar hablando más que de plantear una o dos preguntas sobre ASG en una junta ordinaria, o mandar una carta tipo. Hacen falta considerables recursos para llegar a hacer esto de forma razonablemente efectiva.

El ejercicio de los derechos de voto es otra cuestión interesante. Según los estudios realizados, algunos de los mayores inversores (pasivos) casi siempre votan conforme a las recomendaciones de la dirección, aun en propuestas de acuerdos de tipo ambiental y social. Yo creo que esto suscita dudas sobre la credibilidad del gestor. Por nuestra parte, consideramos que las propuestas sociales y ambientales que se presentan en las juntas se están formulando cada vez mejor y alineándose con la creación de valor a largo plazo para el accionista. Por ello, el año pasado votamos a favor de este tipo de propuestas en un 72% y un 78% de los casos, respectivamente.

Predicar con el ejemplo

Esto me lleva a la conclusión clave: hay que predicar con el ejemplo. ¿Qué credibilidad tiene un proveedor de fondos que ofrece un puñado de productos de IS muy buenos pero que luego no hace nada con el resto de su oferta, ni con sus propias operaciones, como en el caso del ejercicio de los derechos de voto que acabo de mencionar? Hay muchas preguntas que los clientes deberían plantearse para delimitar esta credibilidad. Otro recurso interesante es la guía de selección de gestores para propietarios de activos publicada por la organización de Principios para la Inversión Responsable (PRI).

Por último, una breve pincelada sobre las etiquetas. Pueden ofrecer una orientación valiosa, o un sello de validación para un fondo, lo que puede ser bueno para los inversores minoristas. Pero las etiquetas actuales presentan notables diferencias en cuanto a su enfoque. Seguramente sea porque los enfoques que se adoptan en inversión sostenible también difieren mucho unos de otros. La etiqueta ISR francesa, por ejemplo, se centra más en el enfoque de inversión, el proceso y la transparencia. Cuenta con verificación externa, por lo que realmente hay que acreditar que se dispone de los datos, procesos y procedimientos adecuados para obtener la etiqueta. La etiqueta belga es mucho más prescriptiva; concretamente sobre en qué no se puede invertir. Sin embargo, deja aún así bastante margen de maniobra, y los gestores siguen teniendo que realizar sus propios análisis. Si uno tiene que excluir a una empresa eléctrica que no cumple los Acuerdos de París, ¿cómo se calcula eso?

Así pues, también en lo referente a las etiquetas, existe mucho espacio para el debate. La transparencia es lo más importante: los gestores deben indicar claramente qué forma parte de la estrategia del fondo y qué no, independientemente de que lo califiquen como sostenible, responsable u otra cosa.

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