22 ABR, 2022
Por Leticia Rial de RankiaPro
Cada 22 de abril se celebra el Día de la Tierra, una iniciativa a la que se han sumado ya casi 200 países a lo largo del mundo. Una conmemoración que pretende despertar la conciencia ecológica entre los ciudadanos, pero también entre las instituciones. Con motivo de este día, varios expertos de la industria de la gestión de activos nos explican la necesidad de proteger el medioambiente y los recursos naturales que tenemos, y cómo esto repercute en nuestras inversiones.
Pascal Dudle, Head of Listed Impact, y Matthias Fawer, Senior Analyst ESG & Impact Assessment, de Vontobel
Invertir en empresas y proyectos que contribuyen a la lucha contra el calentamiento global y otros retos medioambientales puede ser una estrategia de inversión rentable y con impacto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que entraña mayores riesgos que las inversiones tradicionales, por lo que es importante realizar una investigación exhaustiva y buscar asesoramiento profesional antes de invertir.
Algunas áreas con perspectivas atractivas pueden encontrarse en las energías renovables y la eficiencia energética; por ejemplo, Vestas, Prysmian y Nibe son empresas líderes en estos ámbitos. Asimismo, las soluciones orientadas a las infraestructuras verdes, como el transporte público, el uso compartido de bicicletas y los edificios ecológicos, pueden contribuir a reducir las emisiones de carbono. Además, áreas como la agricultura sostenible, incluidas las compañías que desarrollan prácticas agrícolas sostenibles o proporcionan productos que reducen el impacto medioambiental, ofrecen perspectivas atractivas. Las soluciones innovadoras para la gestión de residuos y el reciclaje pueden contribuir a reducir la cantidad de residuos que acaban en los vertederos y promover prácticas de economía circular. Ecolab y Smurfit Kappa son un par de ejemplos de empresas en este ámbito.
La carrera hacia la transición a emisiones netas cero se acelera en todo el mundo con importantes iniciativas gubernamentales que intentan hacerse con la parte que les corresponde. La Comisión Europea ha dado un valiente paso hacia la consecución de emisiones netas cero con dos medidas anunciadas recientemente, que pretenden aumentar la capacidad industrial de tecnologías limpias y garantizar una cadena de valor sostenible de las materias primas. La propuesta incluye objetivos y medidas audaces, probablemente para dejar atrás a Estados Unidos y China, un reto bastante difícil.
Peter Harrison, director general de Schroders
Las sequías, las olas de calor, los huracanes y otros fenómenos meteorológicos extremos nos están advirtiendo de que debemos replantearnos nuestra relación con la naturaleza, y el sector financiero debe cumplir su parte.
El mundo está tomando conciencia de que la economía global no solo debe alcanzar las cero emisiones netas, sino también tener un impacto positivo en la naturaleza. Para eso debemos conocer el valor de la naturaleza- Solo lo que se puede medir se puede gestionar. Hemos tardado entre 15 y 20 años en conseguir que el lenguaje del carbono —y la divulgación de información sobre él— se incluya en los informes de las empresas. Aun así, en la actualidad, obtener datos de calidad sobre la naturaleza sigue siendo prácticamente imposible. Pero ya no tenemos otros 15 o 20 años más, pues más de la mitad del PIB global depende del mundo natural. Proteger y preservar la naturaleza puede contribuir significativamente a los esfuerzos para mitigar el cambio climático, por lo que la respuesta debe ser contundente.
En este sentido, las gestoras de activos, en concreto, tienen que cambiar radicalmente su manera de operar y, para ello, deben actuar por tres vertientes: comprometerse a cambiar las prácticas hacia la naturaleza de todas las empresas en las que invierten, crear nuevos productos de inversión basados en la naturaleza y canalizar el capital hacia fondos basados en soluciones climáticas naturales.
Las soluciones climáticas naturales aúnan esfuerzos para conservar, restaurar o mejorar los ecosistemas de cara a absorber y almacenar el carbono de la atmósfera. De acuerdo con los análisis, estas soluciones tienen el potencial de proporcionar en torno a un tercio de la acción por el clima necesaria para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y evitar los efectos más dañinos del cambio climático. Sin embargo, actualmente apenas reciben un 3% de toda la financiación para luchar contra el cambio climático a escala global. ¿Cómo cerramos esa brecha? En mi opinión, debemos acelerar la inversión. Los activos bajo gestión asignados a soluciones climáticas naturales se han duplicado en los últimos cinco años y, es cierto que la oferta de proyectos continúa siendo un reto, pero la demanda y actividad crecientes de soluciones climáticas están creando nuevas oportunidades para financiar proyectos.
No podemos negar que la transición hacia un mundo que ejerza un impacto positivo en la naturaleza será endiabladamente difícil, pero resulta ilusionante observar el creciente impulso que está proporcionando el sector de la inversión. Esta transición resulta imperativa y urgente, y tenemos que lograr que sea posible invertir en ella. Este sector debe unirse al coro de actores que están redoblando sus esfuerzos para adoptar medidas centradas en la naturaleza, pues ¡no hay tiempo que perder!
Álvaro Cabeza, Country Head de UBS AM Iberia
Para los inversores, la pregunta no es cómo establecer un nuevo sistema de conservación de la naturaleza y la biodiversidad, sino más bien cómo mejorar nuestros conocimientos climáticos actuales y tener en cuenta algunas de sus particularidades. Más concretamente, ¿cómo podemos cuantificar los riesgos para la biodiversidad y, en consecuencia, saber cuál es la mejor manera de fijar su coste?
Desde el punto de vista de la inversión, pensamos en la biodiversidad y el capital natural de tres maneras diferentes.
La historia puede ser un poderoso aliado. Echar la vista atrás, incluso en un periodo de tiempo relativamente corto, puede ayudarnos a hacernos una idea de cómo ha ido cambiando el mundo natural: la pérdida de especies animales, los cambios en los patrones migratorios de las aves, lo verde o no que es la tierra. Pero también la experiencia y la evolución de las inversiones relacionadas con el clima nos pueden ser útiles para reflexionar.
Uno de los aspectos más interesantes son los datos. En este sentido, tenemos disponibles muchos datos sobre el capital natural. No son perfectos ni completos, pero algunos de ellos están incluidos en el trabajo que muchos de nosotros ya estamos realizando en torno al cambio climático.
También hay datos sobre el uso del suelo, la deforestación, el consumo de agua y su suministro. Además, existen pruebas de que podemos aprovechar la erosión del capital natural rastreando los niveles de contaminación o las rutas a través de las cuales las empresas obtienen sus materias primas. Y, por otro lado, existe tecnología por satélite que puede ayudar a rastrear la pérdida de bosques. Sin duda, estos avancen constituyen un buen comienzo.
Desde el punto de vista de gestión de carteras, el reto consiste en desarrollar a nivel interno nuevas competencias. Para ello, será fundamental reforzar las aptitudes de los gestores y analistas de carteras para comprender los datos, evaluar las señales de riesgo y, sobre todo, saber valorarlas.
Pero como inversores, aunque sabemos lo enorme que es el concepto de capital natural, también tenemos que intentar hacerlo tangible, para poder incorporarlo a nuestras carteras y a sus modelos. Hay varias maneras de enfocarlo. Una de ella es a través de la evasión: un inversor que intente reducir su huella sobre la biodiversidad podría optar por no invertir en sectores que estén realmente expuestos; empresas petroleras, de gas o químicas, por ejemplo.
Otra forma es "aproximarse" al problema, estando dispuesto a invertir en los sectores expuestos, pero centrándose en los que aplican las mejores prácticas y estándares. También está el compromiso, por supuesto, en el que podemos trabajar con las empresas para intentar mitigar su impacto. En este caso, dedicamos tiempo a aquellas áreas en las que ya existen metodologías desarrolladas -en torno al agua, el uso de la tierra y la deforestación- que las empresas comprenden bien. También nos concentramos en aquellas situaciones en las que podemos ayudar a introducir cambios. Algunos inversores incorporan indicadores clave de rentabilidad en torno a la biodiversidad y la economía circular en sus análisis de las empresas que tienen en cartera.
En concreto, los inversores tienen que plantearse estas cuestiones en un momento en el que se están tomando grandes decisiones en torno al gasto de capital para evitar consecuencias imprevistas. Por ejemplo, varias empresas petroleras y gasísticas están aumentando el uso de biocombustibles, por ejemplo, basándose en la idea de que son una alternativa viable a los combustibles fósiles. Sin embargo, varios estudios han demostrado que, cuando están mal diseñados y gestionados, los biocombustibles derivados de cultivos alimentarios, predominantemente soja y maíz, pueden llegar a emitir 1,8 veces más CO2 que las fuentes de combustible tradicionales. Aunque crean que están resolviendo el problema, la cuestión es que podrían estar empeorándolo.