Estamos en un momento de mercado delicado, en el que no dejan de publicarse titulares hablando de recesión o de fin de ciclo. Aunque es cierto que van aumentando las alertas, no vemos razones para no estar invertidos. Si fuese necesario, existe margen de tiempo para ajustar las carteras, pero siempre que hablemos de inversión a largo plazo, quedarse fuera tiene un coste de oportunidad enorme.
Si hacemos referencia al momento de inversión de la curva de tipos de interés en 2007, podemos recordar que pasaron meses hasta alcanzar el máximo de mercado. Sería de ingenuos pensar que somos los más listos de la clase y vamos a acertar el momento en que se dé la vuelta. Es más, quienes vendieron durante la crisis lo hicieron con grandes pérdidas, pero el que compró en el máximo de 2007, sobre los 1550 puntos, y pese a todo lo que vino después en 2008-2009, le habría ganado un 60% manteniendo la cartera hasta hoy. Por lo que la estrategia es clara, invertir en renta variable en buenas empresas y guardarnos balas para comprar en las caídas. No estar invertido es un error, solo podría recomendarse a quien pueda considerarse con capacidad para acertar el momento en que se alcanzará el máximo y cuándo será la caída, algo difícil de adivinar y que conlleva asumir un coste de oportunidad enorme.
Motivos por los que estar optimistas en renta variable
Si bien casi todos los organismos están rebajando sus previsiones de crecimiento y la curva sigue un recorrido plano, existen motivos para ser optimistas con la renta variable, ya que los bancos centrales están parando sus políticas restrictivas. La FED tenía un compromiso de reducir balance que por ahora ha dejado congelado, y los tipos que querían llevarlos hasta el 3% que consideraban la tasa natural, se han quedado sobre el 2,25-2,50% sin perspectiva de subir en los próximos meses. En Europa, el Brexit sigue siendo una gran incertidumbre, pero ya se han cotizado casi todos sus males. En la tensión comercial entre EE. UU. y China hay una gran voluntad por las dos partes en resolverlo en las próximas semanas.
Después de tantos años con barra libre de liquidez, a la hora de cerrar el grifo el BCE tardó más en reaccionar, pero tras cambiar su perspectiva respecto a la desaceleración del crecimiento y estimando una menor inflación decidió no subir tipos, con lo que nos encontramos con un gap respecto a los norteamericanos, además de quedarnos sin mucho margen de maniobra y con riesgo de japonización.
Otro factor para ser optimistas es que la temporada de resultados está saliendo mejor de lo que se esperaba, consolidando la recuperación del mercado de este inicio de año, además no vemos motivos para que esto cambie drásticamente en los próximos meses.
La debilidad por el lado europeo nos hace preferir buscar oportunidades en EE. UU. frente a la Eurozona, sin que vislumbremos grandes riesgos de recesión, pero sí un peligro de estancamiento. Con esto no quiero decir que no podamos encontrar oportunidades en Europa, pues hay que recordar que en bolsa se cotizan los beneficios empresariales, y aunque tenemos por delante incertidumbre siempre habrá empresas excesivamente castigadas por el entorno económico pero que seguirán haciéndolo bien, por eso debemos cuidar qué empresas elegimos a la hora de invertir. Buen ejemplo es la incertidumbre creada en torno al Brexit, que ha tenido un impacto considerable en la cotización de muchas compañías en el mercado londinense, pero que en un análisis más detallado podemos observar casos donde su exposición al Reino Unido es mínima.
Mercados emergentes
En caso de querer exposición a los mercados emergentes podríamos poner un pequeño porcentaje de la cartera en India y Brasil. Aunque en el país asiático se están celebrando elecciones, cuyos resultados no conoceremos hasta el 19 de mayo, no esperamos cambios estructurales que puedan poner en peligro su crecimiento. También es interesante apostar por empresas con exposición a Brasil, que ha demostrado un comportamiento positivo desde el cambio de gobierno del año pasado.
Aunque por ahora descartemos una recesión, se debe insistir en la idea de que no hay motivos para salir huyendo de los mercados, pues el criterio a seguir en ese entorno es el mismo que en cualquier otro contexto económico: buscar buenas compañías con una clara ventaja competitiva, con fuerza en la fijación de precios y una deuda controlada.
En caso de una recesión, la mejor estrategia defensiva es invertir en activos reales, y aunque la bolsa en muchos sitios lo encontraremos como un activo financiero, cuando invertimos a largo plazo lo estamos haciendo en una empresa, con sus trabajadores, clientes o fábricas. Ya que, en ese entorno, los bonos tendrían un riesgo muy grande y la liquidez una depreciación enorme, considero que la mejor estrategia es la renta variable a muy largo plazo en empresas que tengan la capacidad de trasladarle la subida de sus costes a sus clientes. Si no tiene esa posición dominante, será una empresa que en una recesión pasará grandes apuros. ¿Pero cuál es la diferencia de esta estrategia en un hipotético entorno de recesión a la de un entorno expansivo? Quizás en la asignación de otros activos; pero está demostrado que a largo plazo en cualquier entorno la mejor alternativa es la renta variable.