Adrien Pichoud, economista jefe de SYZ Asset Management, repasa lo que ha sido 2017 para algunas economías como Europa, Japón y Estados Unidos y presenta las perspectivas que tiene para estas regiones para el próximo año.
El año 2017 ha sido el mejor para la economía mundial desde la recesión de 2008/2009. La combinación de expansión económica sincronizada en todo el mundo, aumento de los precios del petróleo y las materias primas y tipos de interés bajos ha estimulado el dinamismo del ciclo empresarial: el comercio mundial y el crecimiento de la producción industrial en el mundo finalmente han despertado del letargo.
Sin embargo, al analizar las perspectivas para 2018, parece complicado que vayamos a asistir a muchas más mejoras. Si bien es probable que las condiciones para la continuidad del crecimiento económico sigan vigentes (un crecimiento europeo que recupera terreno, ampliación del ciclo estadounidense gracias a fuerzas internas, resurgimiento de Japón, reajuste en China), el potencial de aceleración es limitado. Todas estas economías ya están funcionando por encima de su crecimiento potencial, y probablemente el apoyo de las políticas monetarias se vaya retirando de forma (muy) gradual. Mantener una tasa de crecimiento similar a la de 2017 en 2018 sería ya todo un logro en este contexto.
Europa: buen tono en 2017
En el caso de las economías europeas, éstas mostraron un buen tono en 2017. La espectacular racha de sólidos datos económicos se perpetuó hacia finales de año, desafiando así las previsiones de consenso. Las sorpresas en cuanto a cifras económicas frente a las expectativas del mercado han sido positivas de manera constante en los últimos catorce meses por primera vez en quince años.
Como muestra de ello, el índice de confianza económica de la Comisión Europea registró máximos de los últimos diecisiete años en noviembre gracias a la mejora de la confianza tanto de los consumidores como de las empresas. Otros indicadores, como los índices de gestores de compras PMI, las tasas de desempleo y los índices por países esbozan un panorama similar: el crecimiento del PIB continuará siendo sólido en el cuarto trimestre.
Así pues, todo apunta a que la zona euro registrará su mayor crecimiento anual en una década, en torno al 2,5%. Este dinamismo de mitad de ciclo para una economía que solo salió de la recesión hace cuatro años contrasta con la atonía de finales de ciclo de la economía estadounidense. Y es bastante probable que este panorama se perpetúe durante 2018.
Japón: auge de la confianza entre las empresas
Junto con Europa, Japón también está impulsando el dinamismo de las grandes economías desarrolladas. Ante el auge de la confianza entre las empresas, la reelección del primer ministro Shinzō Abe debería respaldar la dinámica que se ha desarrollado desde 2013 y la implantación del Abenomics.
Este conjunto de políticas, explícitamente destinadas a sacar a la economía japonesa de dos décadas de deflación, hasta ahora se ha revelado relativamente eficaz. El crecimiento del PIB real alcanzó el 2,1% en el tercer trimestre, aupado por la sólida inversión empresarial. Para una economía asolada en su momento por la deflación, quizás lo más importante sea que el crecimiento del PIB nominal ha retomado la tendencia alcista tras un dilatado periodo de
estancamiento en el que el crecimiento del PIB real se topó con el descenso de los precios nominales. De hecho, el PIB de Japón no ha superado hasta hace poco su máximo de 1997.
Con un crecimiento del PIB real por encima de su potencial y una inflación en terreno positivo, 2017 ha sido otro año de crecimiento nominal en verde para Japón, y parece probable que la evolución se perpetúe en 2018.
Estados Unidos: la inversión empresarial podría convertirse en el principal catalizador de crecimiento
Por último pero no por ello menos importante, en Estados Unidos, la inversión empresarial ha repuntado y los numerosos pedidos de bienes de equipo a principios del cuarto trimestre sugieren que la dinámica positiva debería continuar, posiblemente con el respaldo de las tan ansiadas reformas fiscales. Como tal, la inversión empresarial podría convertirse en el principal catalizador de crecimiento en EE.UU. el próximo año, en un momento en que el consumo está perdiendo fuelle ante la ralentización de la concesión de créditos en este segmento y un anémico crecimiento de las rentas reales disponibles.